Presidente y candidatas a la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, aparentemente felices |
Esta ahora mucho más clara la salida de Aguirre de la Comunidad de Madrid (2012). La corrupción empezaba a mostrar las orejas y ya no era persona querida en inauguraciones y actos públicos, donde en vez de los aplausos de antaño recibía gritos, insultos y caceroladas de “indignados” ciudadanos. Ya sabemos que los políticos llevan muy a mal la desafección popular, la falta de cariño y de respeto.
Si mantenía el puesto en la Comunidad, la corrupción iba a terminar salpicando su gestión, imposibilitándola para repetir como candidata y dejándola muy tocada en su carrera política. Solución propuesta, salir lo antes posible argumentando salud, temas personales, cansancio político y nuevas metas ahora en la empresa privada. Nada nuevo, la argumentación típica y estándar del político profesional que precisa alejarse un tiempo, reinventarse y purificarse.
De esta manera, desaparecida durante unos años de la política activa (pero sin dejar por ello de incordiar, aparecer, hacer y decir lindezas), el “marrón” de la corrupción en la Comunidad se lo comieron sus acólitos. Ella podía así volver a la política activa limpia, inmaculada y un tanto ajena a esa Comunidad de la cual fue Presidenta y donde se produjeron –durante su mandato– los casos de corrupción ahora investigados.
Aguirre no es persona de jugar en el banquillo, de conformarse con ser simple diputada, estar arrinconada en un anodino puesto de la Administración o hacer labores de consejera en la empresa privada. Necesita la política, vive para la política y precisaba sin falta ser “candidata a algo”.
Pero al mismo tiempo dentro del PP no es bien amada, por ser un verso suelto, por recordar la corrupción en la Comunidad de Madrid, por incordiar, por prepotente y por trabajar agresivamente en su propio interés y el de su camarilla. Al final es un grano en la trasera del PP, pero un grano que si estalla puede repartir a diestro y siniestro un buen montón de porquería.
La mejor opción del PP para extirpar el grano, sin efectos colaterales, ha sido nombrarla candidata a la alcaldía de Madrid. Si al final no es votada por los madrileños, es posible que el PP la desactive políticamente de una vez por todas. El riesgo estriba en si los madrileños otorgan el “si quiero”, en ese caso Madrid y el PP han perdido la apuesta y el futuro es más bien oscuro… para ambos.
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