Jordi y Pedro, ni absolución ni contrición
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Hemos
asistido a la confesión de Pedro Sánchez con el páter Jordi Évole. Se ha
saldado sin un acto de contrición ni de absolución. Pedro nos ha confirmado la
presiones que todos sabemos y sospechamos… pero curiosamente cuando están en el
poder desmienten. Unas veces son presiones para evitar gobiernos mayoritarios de
izquierdas, otras para fomentar reformas laborales y las más para ajustar
políticas económicas a sus propios intereses… o a los intereses de la UE.
Le
honra denunciar esas presiones "después".
Pero lo valiente, además de digno y honesto, es denunciarlo "antes". Está visto que tenemos
un déficit de superhéroes… o unos superhéroes que se ponen el traje después de
dimitir.
También
da un repaso a su propio partido, pero tampoco nos descubre nada nuevo. Con el
tiempo los partidos crean una aristocracia conservadora, reacia a perder
privilegios y poder. De ese entorno salen los conocidos “barones” y otros
nobles, interesados en mantener prebendas, asegurar título y futuro. De este
hábitat nunca salen superhéroes, más bien mangantes y en el peor de los casos
chorizos. Alguna vez, es cierto, hay
personas honestas y razonables, pero que por desgracia tratan de pasar
desapercibidas o se les recomienda hacerlo.
En estos partidos, el resto de los militantes son villanos. Pero
villanos que en el fondo de su corazón desean ser nobles. Y aquí tenemos un problema
moral, ¿Por qué esos villanos quieren ascender?, ¿Que ejemplo van a seguir?, ¿Va a querer ser superhéroes,
mangantes o llegar a chorizos?.
Podemos ser optimistas, decir que los nuevos partidos si
denuncian las presiones y evitan este tipo de comportamientos. Pero si les damos
tiempo y oportunidad, sufrieran el mismo proceso. Y cuando estén en esta misma
tesitura, los sufridos ciudadanos tendremos que inventar otro nuevo partido y
maldecir el anterior.
Y mientras ocurren estos procesos, el problema mayor no serán
los recortes, las privatizaciones o la precarización… que lo es, sino el
ejemplo ético y moral que dan las élites políticas. El asumir el ciudadano que
la corrupción es normal y a corto/largo plazo produce más beneficios que
pérdidas. Llegando, en ocasiones, a premiar con nuestro votos a los corruptos,
con la peregrina idea de que en sus manos está la salvación de la patria y la
resolución de nuestros problemas.
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