Le tachan de broncas, de machista, de insultar y menospreciar. De tener una lengua explosiva y ser paradigma de la desmesura. De salidas de tono, de frases polémicas y palabras soeces.
Ese no es Rafael, los que están cerca de él saben que no es así. Pero no por ello, dejan de estar preocupados: "Antes de acercarse a un micrófono, hemos observado que al bueno de Rafa le dan convulsiones, gira la cabeza en exceso, engarfia los dedos, aprieta la mandíbula, rechina los dientes, cambia la voz, murmura obscenidades y nos guiña el ojo derecho más de lo habitual”.
Siguen comentando… “Al terminar se muestra estupefacto, no recuerda lo que ha dicho e incluso le hemos visto llorar y mostrar arrepentimiento. En alguna ocasión, nos ha comentado que ha llegado a morderse la lengua y tragarse palabras”.
Desde que fue nombrado portavoz del PP en el Congreso, sus amigos hablan de posesión: “No es nuestra intención disculpar a Rafa… pero todos los síntomas apuntan a una posesión. Le vemos deteriorase cada día, tiene pánico a los micrófonos, no quiere hablar en público y le cuesta entrar en el Congreso”.
Posesión infernal, un virus o un simple trastorno transitorio, el tema no está suficientemente aclarado y los politólogos son incapaces de arrojar luz. Esperamos su pronto restablecimiento.
Diría que lo suyo no es posesión, es otra cosa.
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