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| Del siglo XX al XXI, el problema está en el pelo |
Finales de siglo XX, el pelo largo y afro está de moda. El hombre no se depila piernas, torax, espalda, hombros, axilas, cejas, entrecejo o sexo. Las mujeres no han descubierto todavía las "ingles brasileñas", ni se rasuran el sexo al completo.
Además de mucho pelo en el cuerpo, hay alegría en las calles. Son los ochenta, el Muro de Berlín está a punto de caer, la Guerra Fría se acaba, la Perestroika comienza y en España hay democracia... además de "movida". También está Ronald Reagan, el SIDA y Chernóbil, pero gracias al pelo la alegría supera toda esa amargura.
La llegada del siglo XXI trae un cambio de moda. Los hombres se rapan el cabello –algunas mujeres también– y se depilan el cuerpo prácticamente al completo. Las mujeres se afeitan el sexo –algunos hombres también– y se muestran más preocupadas por depilar todo pelo que aparece. El pelo desaparece, la alegría también, comienzan los problemas...
Llega Bush, Aznar, Zapatero, Merkel y Rajoy. Caen las Torres Gemelas, estalla la guerra de Irak, se invade Afganistán, aparece Al Qaeda, nace el terrorismo yihasdista... se hunde el "Prestige". El pelo retrocede, los problemas avanzan.
Cuanto más rapados y rasurados, más problemas y amarguras suma el siglo XXI. Se inicia la crisis económica y financiera mundial, quiebran bancos, se dispara el número de centros de depilación, surgen los primeros corruptos, abdica Juan Carlos I y aparece Trump.
Cada vez hay menos pelo, menos alegría y más amargura. Ya nada nos sorprende, nada nos pone los pelos de punta, no se nos eriza el vello de placer, solo se nos pone una fea "piel de gallina". Rasurados como estamos, no podemos gritar: "¡No te pases ni un pelo!" y claro... se aprovechan de nosotros.
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