Érase una vez un enanito muy concienciado con la región que le vio nacer, pero no crecer. Venía de una familia de posibles, muy religiosa, muy burguesa, muy democrática y muy enraizada. El país entero vivía entonces bajo el mandato de un Ogro feroz que devoraba sin distinción de genero a los enanitos respondones.
Como era muy listo y tenían dineritos, sus padres le enviaron a estudiar. Se convirtió en médico y hasta inventó una pomada para enanitos con problemas en la piel. Pero nuestro protagonista no se conformaba fácilmente, quería destacar en un país de enanos, ogros y orcos...
Gracias a los posibles de su familia y al invento de la pomada, se permitió el lujo de estar todos los días incordiando al Ogro, protestando, pataleando y lloriqueando. Corría como un demonio por la calles gritando libertad en su idioma vernáculo, haciendo perrerías y organizando boicoteos. Al final, junto a otros enanitos recalcitrantes y aviesos, organizó un gran alboroto. Tan grande fue el altercado que el Ogro le metió en un calabozo oscuro y le zurro bien la badana.
Ese fue el punto de inflexión de nuestro personaje en cuestión. En la cárcel se hizo varios juramentos así mismo: fundar un partido político, luchar por la libertad de todos lo enanitos en general y por los que vivían en su tierra en particular y sobre todo ser más rico que sus bien amados padres, no pasar hambre ni penurias, dejar bien situados a sus futuros vástagos, hacer política con la diestra y dinero con la siniestra.
Y sus sueños comenzaron a realizarse. Fue directivo de un banco y fundó un partido político con el muy loable objetivo de “Construir un país”. Al mismo tiempo el Ogro agonizaba y los orcos que le apoyaban no podían detener la marea de enanitos respondones que gritaban libertad y democracia, en las diferentes lenguas vernáculas de tan curioso país.
Al final el Ogro feroz murió y muchos orcos se convirtieron en enanitos democráticos sin saber bien como. Nuestro inventor de pomada gobernó su región con el partido de su invención y tan bien lo hizo con la mano diestra, que los enanitos le votaron durante muchos años y con respeto comenzaron a llamarle “Honorable”, por sus virtudes y notoria honradez.
Y mientras tanto, la mano siniestra del honorable enanito no dejaba de hacer dinero y untar pomada a diestro y siniestro. Sus riquezas crecían, al país del queso y chocolate viajaban y en el suyo no se quedaban.
Siete enanitos tuvo nuestro protagonistas. Ellos no tuvieron que trabajar duro en la mina, ni ayudar a Blancanieves, ni hacer pelota a Príncipe alguno para vivir bien. Su padre ya se había encargado de ello, les había enseñado a prosperar con la siniestra y gobernar con la diestra. Para evitar disgustos –por si volvían los ogros o los tiempos de penuria– su mayor fortuna estaba a salvo en el país del queso y chocolate.
Con el paso del tiempo nuestro enanito se fue haciendo viejo, dejó la política y se retiro a disfrutar de un bien merecido descanso. Fue aplaudido, cubierto de honores, loado y ensalzado. En estos disfrutes andaba con su numerosa prole, cuando el Dios de los Enanitos y el Hada del Infortunio decidieron castigarle por presumir de ser honrado sin serlo, por practicar la doble moral, por aprovechar su posición de poder y por evadir riqueza propia a un país con otra lengua y costumbres.
Los enanitos de la región en general y de su partido en particular se quedaron perplejos… el enanito honorable se había convertido en un gigante felón. Por todo el país se extendió el desánimo y la depresión, los enanitos lloraban de rabia y gritaban –en sus diferentes lenguas vernáculas– que estaban hartos de políticos corruptos, de la crisis, de los recortes y de seguir siendo enanos sin motivo aparente.
Tanto gritaron y tan fuerte lo hicieron que todo el país enronqueció y mudo quedo. Las lenguas vernáculas dejaron de tener utilidad y el país tuvo que aprender el lenguaje común de los signos… con peculiaridades según región.
Y así, tontamente, el Enano Supremo castigo al enano felón y dio una lección al resto de los enanos por crédulos, por no crecen moralmente y por votar sin pensar. Y colorín colorado, el cuento de los enanos se ha terminado.
Moraleja: si quieres crecer moralmente, cuando llegues al poder detente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta lo que quieras. Pero recuerda, siempre con educación y moderación. No te vemos pero te leemos. Evítame tener que moderar/censurar tu comentario... detesto ese trabajo. Gracias, un saludo y bienvenido.