Perdemos en calidad y ganamos en cantidad. Se acabaron los “malos” del siglo pasado: rusos, cubanos, chinos, norcoreanos y vietnamitas. Son ya historia, menos el coreano y el cubano que no se enteran.
Tenían unas características comunes: eran “rojos”, eran ateos y eran muchos (me refiero a los países “malos”). Su ideal era hacernos comunistas y sus armas para convencernos la propaganda (por las buenas) y la invasión en masa o la bomba atómica (por la malas)...
Eran aviesos, traviesos y en el caso de los asiáticos tenían los ojos oblicuos y la piel amarilla. Los mejores eran los rusos, una gran potencia, tecnológicamente muy avanzados, manejaban muy bien el espionaje y para vencerlos en ese terreno teníamos que enviar a Bond, a James Bond. Siempre ganábamos en el último minuto, eran duros de pelar.
Eran estos “malos” tan sibilinos, tan faltos de sentimientos y tan suyos que se llamó a esta época la “Guerra Fría”. Pero no debió de ser tan “fría”, en vista del “Calentamiento Global” que nos castiga.
Se fueron estos grandes malos y vivimos un paréntesis. Llegaron los “malos de transición”, rusos sanguinarios añorando la Unión Soviética, milicias africanas enloquecidas, promotores inmobiliarios, políticos corruptos y Casas Reales con trastienda. De los tres últimos nos hemos enterado que eran malos en el último minuto y por casualidad.
De cualquier manera, como dirían los italianos, estos malos eran “peccata minuta”. Normal, ya hemos comentado que eran de transición. Los malos, malos, malos, estaban por llegar.
Y llegaron… el 11-S, el 11-M, Al-Qaeda, la invasión de Irak, la intervención en Afganistán y en Somalia. Y como colofón un Irán cabreado, prepotente y chulesco. Menudo avispero, por remover lo que no se debe, por promocionar grupos opositores que luego salen "ranas" y por desear el petróleo del prójimo. La codicia, la avaricia, el ansia viva que a veces obnubila a los occidentales.
Y ya tenemos los nuevos malos... que por cierto, visten fatal, van mal armados, se ven sucios, zarrapastrosos, son pobres, son muchos, son fanáticos, son muy religiosos, son sanguinarios (para variar), gustan de la llamada Guerra Santa y como colofón no tiene patria reconocida, pero quieren fundar una Gran Patria Islámica con unos valores morales que ponen la carne de gallina… a los “buenos”. Y lo peor, lo que da más miedo, se fotografían delante de casas que son casi chabolas, en paisajes desérticos que dan grima y con unas poses ramplonas. La propaganda edulcorada se ve que no es su fuerte.
Son la antítesis total de los malos rojos y ateos. Amen de ser sanguinarios de un modo burdo y basto hasta decir basta.
A estos malos no podemos enviar a Bond, a James Bond. Se iba a ensuciar el traje y su tecnología exquisita iba a servir de poco. No señor, estos “malos” piden a gritos un soldado profesional –hispano o afroamericano a ser posible– bien comido, bien pagado y con un psicólogo “on line”. Un soldado de usar y tirar si se tercia… para eso cobra.
Con esas pintas, estos nuevos malos no se merecen ni el espía exquisito que enviamos a los rusos, ni el Rambo anabolizado que repartía estopa a vietnamitas (rojos de segunda categoría) vestidos de negro. Tampoco se merecen que les visite Chuck Norris.
Los tiempos cambian y como siempre cualquier tiempo pasado fue mejor. En esto de los “malos” vamos a peor. Ya no hay glamour en este indigno oficio de la maldad.
Soldado Universal.
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